Historias de San Luis: más de boliches
Por Nino Romero
Y se va la cuarta de los boliches y bares que hicieron historia en San Luis.
Me imagino cuando pueda comenzar a viajar y traer los testimonios de toda la provincia.
Será fantástico si podemos hacerlo.
Vamos con las historias fundacionales de algunos de ellos, por ejemplo “El Bar o Boliche de los Irusta”.
Me cuenta Roberto Miguel Irusta, que es palabra autorizada y ya le voy a contar los motivos, que el boliche o bar de los Irusta, se llamó "Restaurant y Bar El Buen Amigo".
Corría el año 1955. Sus primeros dueños fueron los hermanos Marcos y Milagro Irusta, y Milagro es el papá de Roberto. (No escribo en pasado porque nuestros afectos siempre permanecen vivos en nuestros recuerdos y corazones).
Milagro Irusta, al poco tiempo de haber inaugurado “El Restaurante y Bar El Buen Amigo”, le compra la parte a su hermano Marcos y queda como único dueño.
En el año 1971 falleció el amigo Milagro, y la mamá de Roberto le vende el negocio a otro de los hermanos Irusta: Germán.
Al dejar este mundo terrenal Germán, se hace cargo de la histórica esquina su esposa Delia, quien luego de trabajar un tiempo, se retira del rubro gastronómico, quedando a cargo Irma Irusta, hija de Germán, quien estuvo muchos años en el lugar.
Al restaurante y bar “El Buen Amigo”, que es el nombre original, le ganó el apellido de la familia, ya que era conocido como Lo De Irusta, o el Bar o Boliche de los Irusta.
Esa esquina Este de Justo Daract y Ejército de los Andes quedó como la esquina de Los Irusta.
Y frente a los Irusta, en la esquina Oeste, otro famoso personaje y su peluquería. La peluquería D’Amico. El amigo Juan te cortaba el pelo, te afeitaba con navaja, y te contaba la historia de los tangos que te hacía escuchar desde un fantástico equipo. Porque eran discos de vinilo. Los famosos y queridos long play. Las paredes del local estaban tapizadas de imágenes del 2 x 4. Fui varios años a cortarme el pelo con Juan. Si. Ya sé lo que están pensando ¡Pobre D’Amico con semejante cabeza! Y por las dudas siempre me recibía con Carlos Gardel cantando: “por una cabeza, de un noble potrillo”.
Gran bailarín. Y amante del boxeo. Pero volvamos al bar Irusta.
Visitantes ilustres siempre. Hay una larga lista. Y Roberto me recuerda al “Pibe” Domeniconi (ex gobernador), “El Cabezón” Valladores, Orlando Grillo y su esposa, el “Negro” Oro, (que después se fue a Estados Unidos) y “el bailarín Chacón”.
Una vez al mes tenían su mesa reservada integrantes del Círculo Médico de San Luis y del Colegio de Abogados, además de las visitas diarias de sus miembros.
Otras visitas eran los jugadores del club Pringles, jockeys del hipódromo local.
Por supuesto que el gran atractivo eran las fabulosas y abundantes comidas caseras, y unos vinitos, que según un amigo eran tan ricos “que daban ganas de masticarlos cuando uno los tomaba”.
Con anterioridad a transformarse en el “Bar Irusta”, en esa esquina funcionó una sucursal del Correo Argentino, que luego se trasladó unos metros hacia el norte por la misma Justo Daract. Y también la Farmacia Randazzo. Inolvidable boticario o farmacéutico de nuestro San Luis.
La palabra Boticario me hace recordar al amigo Piscistelli, que en su última etapa tuvo su farmacia en la calle Ayacucho antes de San Martín. El papá del Pichi. Notable músico y soñador.
Todos los días pasaba rumbo a la radio, y él respondía a mi saludo contestándome:” aquí lo saluda el boticario del pueblo”.
En alguna otra columna escribiremos de los boticarios, que atendían y salvaban muchas vidas sin contar con los elementos necesarios salvo sus estudios y sabiduría.
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